sábado, 30 de mayo de 2015

Jean de la Bruyere.

Conviene reir antes de ser felices, por miedo de morir sin haber reído.


Es más fácil encontrar un amor apasionado que una amistad perfecta.


La armonía más dulce de escuchar es el sonido de la voz del ser amado.


Para llegar a la meta de sus propósitos, la mayoría de los hombres es más capaz de un esfuerzo extraordinario que de una larga perseverancia.


Hombre que vive entre intrigas durante algún tiempo no puede ya pasarse sin ellas; cualquier otra manera de viada le resulta lánguida.


El dar de mala gana es grosería. Nada cuesta añadir una sonrisa.


A veces, cuesta más eliminar un solo defecto que adquirir cien virtudes.


La vida es corta y enojosa, transcurre deseando siempre.


Los moribundos que hablan de su testamento pueden confiar en ser escuchados como si fueran oráculos.


Es difícil decidir si la incertidumbre  hace al hombre más desgraciado que despreciable.


Se teme mucha a la ancianidad, que nadie esta seguro de poder alcanzar.


Cuanto más nos acercamos a los grandes hombres más nos damos cuenta de que son hombres.


Solo un exceso es recomendable en el mundo: el exceso de gratitud.


Para algunas personas, hablar y ofender es lo mismo.


Hay algo en el mundo que es todavía más raro que los brillantes y las perlas: el buen juicio.


La muerte no viene más que una vez, pero se deja sentir en todos los momentos de la vida.


Si la pobreza es la madre de todos los vicios, la carencia de espíritu es el padre.


Los puestos de responsabilidad hacen a los hombres eminentes más eminentes todavía, y a los viles, más viles y pequeños.


No pensar más que en si mismo y en el presente es, en la política, una fuente de error.


Todo nuestro mal proviene de no poder estar solos.


Los que emplean mal su tiempo son los primeros en quejarse de su brevedad.


En el mundo hay solo dos maneras de triunfar: por la propia capacidad o por la imbecilidad ajena.


No hay vicio que no tenga cierto falso parecido con alguna virtud y de la cual no saque partido.


La mayoría de los hombres emplean la mitad de su vida en hacer miserable la otra media.

No hay más que tres acontecimientos importantes en la vida: nacer, vivir y morir. No sentimos lo primero, sufrimos al morir y nos olvidamos de vivir.

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