jueves, 8 de enero de 2015

Henri Frederic Amiel.

No esperemos a ser buenos y cordiales. Apresurémonos ya desde ahora a alegrar el corazón de nuestros compañeros durante la corta travesía de la vida.


El amor es el olvido del yo.


Mira dos veces para ver lo exacto; mira una sola vez para ver lo hermoso.


Dar la felicidad y hacer el bien, he ahí nuestra ley, nuestra ancla de salvación, nuestro faro, nuestra razón de ser.


Lo inacabado no es nada.


La vida no es más que un tejido de hábitos.


El hombre que pretende ver todo con claridad antes de decidir, nunca decide.


Saber envejecer es una obra maestra de la sabiduría, y una de las partes más difíciles del gran arte de vivir.


Un error es tanto más peligroso cuanto mayor sea la verdad que contenga.


El alma no se encuentra en el crisol de la experiencia sino en el oro que hay vertido en el.


Toda necesidad se calma y todo vicio crece con la satisfacción.


El hombre se eleva por la inteligencia, pero no es hombre más que por el corazón.


La inteligencia es útil en todo, pero no suficiente para todo.


Adular para reinar es la practica de los cortesanos de todos los absolutismos y de todos los bufones de todos los tiranos.


Dime lo que crees ser y te diré lo que no eres.


La destreza ayuda en todo, pero no basta.


El tiempo no es sino el espacio entre nuestros recuerdos.


El desanimo es una incredulidad.


Lo que gobierna a los hombres es el miedo a la verdad.


En la vida casi todo proviene de casi nada.

1 comentario:

  1. Que culpa tiene el tomate que venga un tío botarate lo arranque de la mata y lo meta dentro de una lata????

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